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emplea bien la palabra intelecto , o la de corazón tomado en sentido b�blico,
sobre todo en la colección II. En cuanto al cuerpo, Macario se opone a las
tendencias maniqueas y afirma que no es malo en s�: es la bella t�nica del alma ,
y �sta debe evitar que se desgarre por las espinas de las ocupaciones o quemarla
en el fuego de la codicia (II, 4,3-4), porque el cuerpo est� destinado a ser
transfigurado.
Creado a imagen y semejanza de Dios, el hombre goza de un parentesco
con Dios, como hab�an puesto de manifiesto los Capadocios (Texto 5). En esto
consiste su dignidad (Texto 6). S� consciente de tu dignidad , esta exclamación
semejante a la que, m�s tarde, brotar� del corazón de san León, aparece tambi�n
en otra parte: Reconoce tu nobleza, hombre, tu dignidad y tu valor: eres hermano
de Cristo, amigo del Rey, esposa del Esposo celeste ( II,27,1). Sin embargo, no
hay nada com�n entre la naturaleza de Dios y la del hombre (III, 26,8).
Pero el hombre est� en estado ca�do, Ad�n primero y nosotros despu�s
(Texto 7). Y el texto indica a continuación que Cristo viene a restaurar la imagen
ca�da: Renueva y reforma una imagen celeste produciendo un alma nueva. As�
Ad�n vuelve a encontrar su realiza sobre la muerte y su se�or�o sobre la creación .
Como para los Padres griegos, la Encarnación es el medio de nuestra salvación,
porque asumiendo nuestra naturaleza, al asumir nuestro cuerpo, el Se�or los
mezcla con su Esp�ritu divino para que nuestra naturaleza reciba el alma celeste
(II,36,6). La salvación se nos da por el contacto de la divinidad y la humanidad.
Por su cuerpo que entra en contacto con la muerte, Cristo-Dios destruye la muerte:
Por medio de un cuerpo muerto ha muerto nuestro enemigo (II, 52,2). Pero
debemos cooperar en esta salvación. En primer lugar creyendo para ser curados
(Texto 8), luego llorando para recibir el Esp�ritu (Texto 9). ( Ver tambi�n
III,26,3,5).
b) El combate espiritual
En esta condición de hombre ca�do, rescatado por Cristo, es donde se
entabla en combate espiritual, porque el mismo Cristo tuvo que luchar para
rescatarnos del pecado (Texto 10). Sobre el tema del combate espiritual, presente
en toda la obra, Macario tambi�n depende de Or�genes. Pero si en Or�genes, el
alma del hombre pod�a, por su libertad, consentir al atractivo de la carne, o al del
Esp�ritu, en Macario que cosifica al mal, el hombre se encuentra entre la gracia y
el mal; su libre albedr�o le har� inclinarse a uno o a otro. El hombre debe hacerse
violencia (Texto 11). Pero es indispensable el discernimiento para proseguir este
combate (Texto 12). Si el hombre combate lo mejor que puede y se hace violencia,
Dios le dar� el fruto de sus esfuerzos (Texto 13). La homil�a 5, cuyo esquema
ofrecemos, insiste en el papel de la ascesis y del combate espiritual de la vida del
Cristiano .
Homil�a II, 5: El verdadero cristiano
1-3 Las personas del mundo son complejas, agitadas por pensamientos incesantes
y tumultuosos por el temor, el miedo, las turbaciones, los deseos.
4-5 Al contrario, despu�s de muchas luchas y tiempo, los cristianos han llegado a
la estabilidad, a la ausencia de turbación, est�n en calma.
6 El roc�o del Esp�ritu se ha infiltrado en ellos, su corazón ha sido herido de
amor por el Rey celestial, Cristo. Tendiendo hacia �l, se libran de todo amor
al mundo, rompen todo v�nculo terrestre.
7 Pero hay pocos que rompen todo v�nculo con el mundo.
8-9 Para ello hay que renunciar a nuestras propias voluntades y a s� mismo.
10 Porque nuestro amor es nuestro peso.
11 Si se ama lo terrestre y carnal, este amor nos encadena y nos impide
emprender el vuelo hacia Dios.
12 Al contrario, si el alma orienta a Dios todo su amor, se renuncia, atraviesa
todas las penas y pruebas.
13 Porque nuestro amor es un peso: entorpece o aligera seg�n se ame: las cosas
de la tierra o las del cielo.
14-17 Diferentes ejemplos muestran que la desnudez y el despojo son factores de
salud.
18 Conclusión: amar sólo a Dios, despojarse de todo amor terrestre.
19 De ah� la necesidad de la ascesis, mientras que a nosotros nos gustar�an las
recompensas sin fatiga.
20 En las pruebas, los sufrimientos soportados con paciencia y fe, ocultan la
gloria y reintegración en los bienes celestes.
21 Porque para el combate espiritual, la pr�ctica de las virtudes, la fe, nos
construimos una casa celestial en vez de la casa de nuestro cuerpo. Esta casa,
es la fuerza del Esp�ritu Santo habitando en nosotros.
22 Combatamos, pues, para no encontrarnos desnudos cuando nos despojemos de
nuestro cuerpo, sino participando del Esp�ritu Santo, revestidos de los tesoros
que recogemos ahora. Los �rboles que se revisten de hojas y flores en
primavera, son una imagen de los cristianos en la resurrección.
23 Por eso, para el verdadero cristiano, el mes de abril es el primero de los
meses, porque es el tiempo de la resurrección donde los cuerpos ser�n
glorificados por la fuerza del Esp�ritu que les habita desde ahora.
24 Mois�s prefiguraba la gloria de la que el Esp�ritu revestir� el cuerpo de los
santos.
25 En la resurrección gozaremos de las alas del Esp�ritu que nos llevar�n donde
quiera el Esp�ritu.
26 De ah� el beneficio de la ascesis que nos hace participar en la gloria y
santidad del Esp�ritu.
c) Las virtudes, la humildad
El combate espiritual es factor de crecimiento y permitir� vencer los vicios
y adquirir las virtudes. Todas las virtudes tienen una entidad; este tema estoico,
muy frecuente en Basilio aparece tambi�n en Macario (Texto 14). Las virtudes son
lo opuesto a los vicios. Como en los Padres del Desierto, lo m�s dif�cil de vencer
es el orgullo. De ah� el lugar especial que se da a la virtud de la humildad.
Macario lo repite frecuentemente. La humildad es un asunto de sentido com�n
(Texto 15). Es la se�al del cristiano (Texto 16). La humildad se traduce con
frecuencia por las l�grimas que son el alimento del alma e indicio de su deseo
(Texto 17). Un bonito texto resume bastante bien este camino del hombre.: la fe, la
obediencia por la ascesis, el combate espiritual, para desembocar en la humildad
(Texto 18).
3) Cristo y el Esp�ritu Santo
Casi siempre ambos aparecen en relación en los escritos de Macario.
a) Cristo
Ya hablamos de la Encarnación. Si Cristo viene a salvarnos es para traernos
el Esp�ritu que nos configurar� a la persona de Cristo. El lenguaje de Macario no
es estrictamente teológico, incluso si, al comienzo de la Gran Carta, emite una
profesión de fe próxima a la de Constantinopla (381) y, con esta ocasión, expresa
una cristolog�a matizada (I,10,4). Lo que desea sobre todo es despertar el amor al
Salvador y deseo de imitarle. Pues Cristo se ha encarnado, se ha mezclado con
sus criaturas para que podamos imitarle (Texto 19). Esta Encarnación se reproduce
actualmente en las almas que buscan a Cristo (Texto 20). Vemos por este texto
que para hablar de Cristo que se adapta a las necesidades de cada uno, Macario
recoge la epinoiai de Or�genes. As� es como Cristo nace espiritualmente en el
alma (Texto 21). Por su pasión, va a encontrar la muerte, dialoga con ella, y le
arrebata las almas (III,11). Tambi�n su Pasión se brinda a nuestra meditación
(Texto 22).
b) El Esp�ritu Santo
Uno se sorprende, al leer sus Homil�as, del lugar que ocupa el Esp�ritu
Santo, y por su v�nculo con Cristo. Es un rasgo que emparienta a Macario con los
Sirios. Para describir su acción utiliza m�ltiples im�genes, una de las m�s
frecuentes es la de las alas. Las almas de los santos poseen ahora estas alas para
volar por el intelecto a los pensamientos celestiales (II,5,25). En la resurrección,
recubrir� y revestir� los cuerpos desnudos y los llevar� al cielo (id.) Otra
imagen con sabor platónico: Las almas santas son impulsadas y dirigidas por el
Esp�ritu de Cristo que lleva las riendas (II, 1, 9). El Esp�ritu es tambi�n un
alimento celeste, sal y levadura celeste (II,24), un tesoro celeste, una luz celeste.
Es un vestido, porque el alma est� pobre y desnuda privada de la comunión con el
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