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mariposa gigantesca que sale de su crislida, las plegadas alas cubiertas de nylon que
hasta aquel instante haban yacido inertes en la caparazón del cohete, comenzaban a
extender su ingrvida forma en el espacio sin aire. Con pequeas sacudidas y temblores,
cual si fueran un organismo viviente, se produce la apasionante metamorfosis. La tela se
estira cada vez ms tensa sobre el extendido armazón, hasta que al fin un suave y seco
chasquido seala que se ha completado la transformación. Donde hasta aquel momento
no haba sino el usado cuerpo de un cohete, cuelga ahora una estructura elegante,
semejante a una mariposa, y las doradas alas en forma de delta proyectan una multitud
de resplandores bajo el impacto del poniente Sol.
Downes descubre su torrecilla de observación, y alzndola hasta su posición de control
mira en derredor en busca del embrión de T Uno. All est; y los nuevos cohetes tambin
estn en posición. Es mucho ms considerable que la ltima vez que lo vio. Las paredes
externas de la nueva cmara encierran un volumen seis o siete veces mayor que el
ncleo primitivo que Hugh y l haban dejado tras ellos. Los cuatro cohetes abandonados,
dispuestos simtricamente a su alrededor, contribuyen a aumentar su ya imponente
volumen.
No se ve a los mecnicos, pero Downes supone con razón que, una vez completado su
trabajo, estn disfrutando del privilegio de ser los primeros en "instalarse" en T Uno.
Downes suelta un par de breves impulsos de sus reactores de dirección, una bocanada
del chorro principal, y se dirige hacia ellos. Es solamente un pequeo viaje; el orientador
automtico le lleva hasta bastante cerca de su objetivo, y al cabo de pocos momentos
detiene su planeador junto a la brillante cabina cilndrica. Lanza un "Hola!" por el
audfono, y aparece una cabeza cubierta de un casco por una obertura situada sobre el
eje, se alza una mano en saludo, y la cabeza desaparece. Despus de un breve intervalo
salen los cuatro, y Downes les da entrada en su planeador. Ocupan all el considerable
espacio que haba antes sido el lugar de almacenaje de las dobladas alas, pero que ahora
es un vaco salón. Hay sitio suficiente para que se tiendan cómodamente sobre el suelo,
atados a literas individuales.
Downes mira rpidamente en derredor: se haban ensayado bien los movimientos.
Dispara el chorro retardador e inmediatamente parece que la cabina de T Uno se separa
de ellos, como arrastrada por una repentina marea espacial. La prdida de velocidad le
saca instantneamente de la órbita y, aunque los efectos no se perciben inmediatamente,
la gravedad comienza a imponer de nuevo su ascendencia sobre la fuerza centrfuga. El
planeador va cayendo lentamente hacia la Tierra, pero todava con una velocidad de
avance de varios miles de kilómetros por hora. No es posible considerarlo todava como
un verdadero planeador, pero la densidad del aire aumenta a cada momento, y el impulso
vertical, as como la resistencia, aumentan proporcionalmente. El impulso vertical es
pronto lo suficiente para que Downes y sus compaeros perciban nuevamente su peso.
Las superficies de control comienzan a morder el aire que cada vez es ms espeso, y un
poco mas tarde Downes domina por completo el aparato. La navegación es nuevamente
cuestión de geografa terrestre. Dónde estoy?", se ha convertido de improviso en una
pregunta que debe ser contestada en trminos de lugares de referencia sobre Tierra,
haces de radio y alturas y direcciones de brjula. Con sosegada firmeza se dirige a su
base a una velocidad real a travs del aire de solamente unos centenares de kilómetros
por hora. La carga que sustentan sus alas cubiertas de nylon es pequea, y mientras se
va acercando desde una altura de unos 3.000 metros deja que disminuya la velocidad
hasta que, cuando finalmente captura el dispositivo de detención, se para repentinamente
sobre la pista de aterrizaje de esponja de goma, en el centro del lugar de lanzamiento de
Lubooga.
El viaje completo de ida y vuelta no ha llevado sino menos de una hora.
A partir de entonces cada uno de los cohetes siguientes contribuyó a desarrollar el
recientemente establecido Satlite siguiendo las directrices establecidas por Lawrence.
Durante las primeras etapas, antes de haber gravitado la cmara cilndrica, los macizos
paneles que se necesitaban para reforzar las paredes y el suelo podan ser dispuestos en
su lugar sin dificultades. Muchos de los cohetes agotados eran sujetados al exterior de
aquellas paredes, hasta que llegaron a rodear por completo la cmara, formando de esta
manera un Satlite compuesto, consistente en varios compartimentos cilndricos alrededor
de un ncleo central.
En aquellos compartimentos se instalaron plantas de prisión y de oxigenación, equipos
de calefacción controlados termostaticamente, y las plantas de energa que se requeran
para hacer funcionar aquellos servicios. Ms tarde se llevaron all, y se instalaron,
aparatos para registrar fenómenos cósmicos, as como telescopios y espectroscopios
para observar las estrellas y otros cuerpos celestes. Algunas de las clulas cilndricas se
utilizaban para almacenar alimentos y agua, equipos personales, reservas de oxigeno
comprimido y otros objetos de naturaleza semejante.
Todo eso mientras no fue posible ocupar permanentemente el Satlite. Las brigadas de
trabajo tenan que ser llevadas all arriba y, a cabo de algunas horas, haba que
transportarlas de regreso a la Tierra. El esfuerzo necesario para desplazarse por medio
de reactores es muy fatigoso y no puede ser mantenido durante mucho tiempo,
especialmente cuando se realiza un trabajo fsico. No haba sido posible gravitar el nuevo
Satlite hasta despus de instalar todo el equipo pesado; y, sin embargo, hasta que se
hubiese iniciado la gravitación la nica manera de moverse era por medio de reactores.
Las dificultades de aquel perodo se hicieron an ms penosas y costosas por la
necesidad constante de transportar a las tripulaciones hacia arriba y hacia abajo.
Fue motivo de general alegra y satisfacción cuando, en abril de 2009 se inició la
rotación del Satlite a fin de comunicarle una gravedad de 0,3 g, suficiente para que uno
pudiese caminar con precaución y realizar las tareas ordinarias. Aquello fue el verdadero
principio del Satlite T Uno.
Al principio de esta nueva fase se relevaban las tripulaciones cada cuarenta y ocho
horas, pero cuando, merced a diversas modificaciones, se consiguió hacer ms efectivo el
oxigenador, se aumentó considerablemente la duración de los turnos. No obstante, pronto
se descubrió que los miembros de la tripulación, al cabo de unos diez das de estar all
arriba, acostumbraban a verse afectados en sus condiciones de vida por algn factor
desconocido. A fin de estudiar este problema, Pachmann, el fisiólogo, decidió realizar una
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