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dores como un dilettante, y asiste a sus debates, a sus recriminaciones,
a sus torneos de elocuencia, como a una riña de gallos. Juzga de los
méritos y aplaude los golpes certeros. El negocio que más le preocupa
es tener fiestas, bien entendidas; decretó la pena de muerte para aquel
que propusiera emplear en la guerra el dinero que estaba destinado a
las fiestas públicas. Sus generales eran sólo de parada. «Excepto uno
que va a la guerra- dijo Demóstenes-, los demás decoran vuestras
fiestas en el séquito de los sacrificadores.» Cuando es necesario equi-
par la flota y hacerla partir, nadie se decide, o se decide muy tarde;
por el contrario, para las procesiones, las representaciones públicas,
todo está previsto, ordenado, exactamente realizado como es necesario
y a la hora señalada. Poco a poco, bajo el influjo de la sensualidad
primitiva, el Estado se ha convertido en una empresa de espectáculos,
encargada de ofrecer goces poéticos a gente de buen gusto.
De un modo análogo, en la filosofía y en la ciencia sólo quisieron
coger la flor de las cosas; no tuvieron la abnegación del sabio moderno
que emplea todo su talento para esclarecer un punto oscuro en la eru-
dición; que observa durante diez años seguidos una especie animal;
que realiza y comprueba incesantemente sus experimentos y que, con-
finado por su voluntad, en un trabajo ingrato, pasa la vida ocupado en
labrar pacientemente dos o tres sillares que se emplearán en levantar
un inmenso edificio, el cual no ha de ver acabado, pero que será útil a
las generaciones futuras. En Grecia la filosofía es una conversación;
nace en los gimnasios, bajo los pórticos, en las avenidas bordeadas de
plátanos; el maestro habla paseando, y los discípulos le acompañan.
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Hipólito Adolfo Taine donde los libros son gratis
Todos se lanzan, de un vuelo a las más altas conclusiones, porque es
para ellos un placer tener ideas de conjunto; lo que les produce tal
satisfacción, que sólo a medias se ocupan en construir un camino sóli-
do y bien trazado; sus pruebas no son en muchas ocasiones mas que
verosímiles. En suma, son gentes especulativas, que se emplean en
caminar por las cumbres, recorriendo en un instante, como los dioses
de Homero, una vasta extensión desconocida y que abarcan el mundo
entero de una sola ojeada. Un sistema es algo como una ópera su-
blime, ópera para espíritus comprensivos y curiosos. De Thales a Pró-
culo, la filosofía griega se ha desenvuelto, como sus tragedias, en tor-
no de treinta o cuarenta temas principales, a través de una infinidad
de variantes, de amplificaciones y combinaciones. La imaginación
filosófica ha manejado las ideas y las hipótesis corno la imaginación
mitológica manejaba los dioses y las leyendas.
Si pasamos de considerar sus obras a considerar sus procedimien-
tos, hallaremos también la misma disposición de espíritu. Son tan
sofistas como filósofos; les gusta ejercitar su inteligencia por el placer
de ejercitarla. Una distinción sutil, un largo análisis delicadísimo, un
argumento capcioso y difícil de desembrollar les atrae y les retiene. Se
divierten y gastan tiempo en la dialéctica, las argucias y las paradojas;
no tienen toda la seriedad necesaria; si emprenden una investigación,
no es para un resultado firme y definitivo; no aman la verdad de un
modo único, absoluto, olvidando y despreciando todo lo demás. Es una
pieza que algunas veces cobran en sus cacerías; pero cuando se les oye
razonar, pronto se comprende que, aun sin confesarlo, prefieren la
cacería a la pieza cobrada, la cacería, con las destrezas, los ardides,
los rodeos, el ímpetu y el sentimiento de la acción libre, aventurera y
triunfal que comunica a los nervios y a la imaginación del cazador.
 ¡Oh griegos, griegos- decía un sacerdote egipcio a Solón-, sois unos
niños! Y efectivamente, jugaron con la vida, con todas las cosas gra-
ves de la vida, la religión y los dioses, la política y el Estado, la filo-
sofía y la verdad.
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Filosofía del arte donde los libros son gratis
V
Y por eso precisamente han sido los artistas más grandes del
mundo. Tuvieron la encantadora libertad de espíritu, la desbordante
alegría inventiva, la graciosa embriaguez de imaginación que lleva de
continuo al niño a fabricar y manejar constantemente pequeños poe-
mas sin más fin que dar rienda suelta a sus facultades nuevas y llenas
de vida que siente de pronto despertarse en su interior. Los tres rasgos
más importantes que hemos deslindado en su carácter son justamente
los que constituyen el espíritu y el talento del artista. Delicadeza en la
percepción, aptitud para advertir las relaciones más delicadas, sentido
del matiz; tales son los medios que le permiten construir conjuntos de
formas, de colores, de sonidos, de acciones, es decir, elementos y por-
menores tan bien ligados entre sí, por relaciones íntimas, que su orga-
nización se convierte en algo vivo que supera en el mundo imaginario
la armonía profunda del mundo real. Necesidad de una claridad ab-
soluta; sentido de la medida; horror a lo vago y abstracto; desdén de lo
enorme y monstruoso; gusto por los contornos precisos y definidos,
tales son los medios que le inclinan a encerrar sus concepciones en
formas fácilmente asequibles a la imaginación y a los sentidos y, por
tanto, a crear obras que todas las razas y todos los tiempos pueden en-
tender y que, por lo mismo que son humanas, serán eternas. Amor y
culto a la vida presente; comprensión de la potencia humana; anhelo e [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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