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oración por las misiones y difunda las noticias auténticas y convenientes sobre las misiones; suscite y
distribuya los misioneros según las necesidades más urgentes de los países. Haga la planificación, dicte
normas directivas y principios acomodados a la evangelización, dé impulsos. Mueva y coordine la
colecta eficaz de ayudas materiales, que ha de distribuir a razón de la necesidad o de la utilidad, y de la
extensión del territorio, del número de fieles y de infieles, de las obras y de las instituciones, de los
auxiliares y de los misioneros.
Juntamente con el Secretariado, para promover la unión de los cristianos, busque las formas y los
medios de procurar y orientar la colaboración fraterna y la pacífica convivencia con las empresas
misionales de otras comunidades cristianas para evitar en lo posible el escándalo de la división.
Así, pues, es necesario que este dicasterio sea a la vez instrumento de administración y órgano de
dirección dinámica que emplee medios científicos e instrumentos acomodados a las condiciones de este
tiempo, teniendo en cuenta las investigaciones actuales de la teología, de la metodología y de la pastoral
misionera.
Tengan parte activa y voto deliberativo en la dirección de este dicasterio representantes elegidos de
todos los que colaboran en la obra misional: obispos de todo el orbe, una vez oídas las Conferencias
episcopales, y superiores de los Institutos y directores de las Obras pontificias, según normas y
proporciones que tenga a bien establecer el Romano Pontífice. Todos ellos, que han de ser convocados
periódicamente, ejerzan, bajo la autoridad del Sumo Pontífice, la dirección suprema de toda la obra
misional.
Tenga a su disposición este dicasterio un Cuerpo permanente de consultores peritos, de ciencia o
experiencia comprobada, a los que competerá, entre otras cosas, el recoge la necesaria información,
tanto sobre la situación local de los diversos países y de la mentalidad de los diferentes grupos humanos,
cuanto sobre los métodos de evangelización que hay que emplear, y proponer conclusiones
científicamente documentadas para la obra y la cooperación misional.
Han de verse representados convenientemente los Institutos de religiosas, las obras regionales en favor
de las misiones y las organizaciones de seglares, sobre todo internacionales.
Ordenación local en las misiones
30. Para que en el ejercicio de la obra misional se consigan los fines y los efectos apetecidos, tengan
todos los misioneros «un solo corazón y una sola alma» (Hch., 4, 32).
Es deber del obispo, como rector y centro de unidad en el apostolado diocesano, promover, dirigir y
coordinar la actividad misionera, pero de modo que se respete y favorezca la actividad espontánea de
quienes toman parte en la obra. Todos los misioneros, incluso los religiosos exentos, están sometidos al
obispo en las diversas obras que se refieren al ejercicio del sagrado apostolado (530). Para lograr una
coordinación mejor, establezca el obispo, en cuanto la sea posible, un consejo pastoral en que tomen
parte clérigos, religiosos y seglares por medio de delegados escogidos. Procure, además, que la actividad
apostólica no se limite tan sólo a los convertidos, sino que una parte conveniente de operarios y de
recursos se destine a la evangelización de los no cristianos.
Coordinación regional
31. Traten las Conferencias Episcopales de común acuerdo los puntos y los problemas más urgentes, sin
descuidar las diferencias locales (531). Para que no se malogren los escasos recursos de personas y de
medios materiales, ni se multipliquen los trabajos sin necesidad, se recomienda que, uniendo las fuerzas,
establezcan obras que sirvan para el bien de todos, como, por ejemplo, seminarios, escuelas superiores y
de medios de comunicación social.
Establézcase también una cooperación semejante cuando sea oportuno, entre las diversas Conferencias
Episcopales.
Ordenación de la actividad de los Institutos
32. Es también conveniente coordinar las actividades que desarrollan los Institutos o Asociaciones
eclesiásticas. Todos ellos, de cualquier condición que sean, secunden al ordinario del lugar en todo lo
que se refiere a la actividad misional. Por lo cual será muy provechoso establecer bases particulares que
regulen las relaciones entre los ordinarios del lugar y el superior del Instituto.
Cuando a un Instituto se le ha encomendado un territorio, el Superior eclesiástico y el Instituto procuren,
de todo corazón, dirigirlo todo a que la comunidad cristiana llegue a ser iglesia local, que a su debido
tiempo sea dirigida por su propio pastor con su clero.
Al cesar la encomienda del territorio se crea una nueva situación. Establezcan entonces, de común
acuerdo las Conferencias Episcopales y los Institutos, normas que regulen las relaciones entre los
ordinarios del lugar y los Institutos (532). La Santa Sede establecerá los principios generales que han de
regular las bases de los contratos regionales o particulares.
Aunque los Institutos estarán preparados para continuar la obra empezada, colaborando en el ministerio
ordinario de la cura de las almas, sin embargo, al aumentar el clero nativo, habrá que procurar que los
Institutos, de acuerdo con su propio fin, permanezcan fieles a la misma diócesis, encargándose
generosamente en ella de obras especiales o de alguna región.
Coordinación entre los Institutos
33. Los Institutos que se dedican a la actividad misional en el mismo territorio conviene que encuentren
un buen sistema que coordine sus trabajos. Para ello son muy útiles las Conferencias de religiosos y las
Uniones de religiosas, en que tomen parte todos los Institutos de la misma nación o región. Examinen
estas Conferencias qué puede hacerse con el esfuerzo común y mantengan estrechas relaciones con las
Conferencias Episcopales.
Todo lo cual, y por idéntico motivo, conviene extenderlo a la colaboración de los Institutos misionales
en la tierra patria, de suerte que puedan resolverse los problemas y empresas comunes con más facilidad
y menores gastos, como, por ejemplo, la formación doctrinal de los futuros misioneros, los cursos para
los mismos, las relaciones con las autoridades públicas o con los órganos internacionales o
supranacionales.
Coordinación entre los Institutos científicos
34. Requiriendo el recto y ordenado ejercicio de la actividad misionera que los operarios evangélicos se
preparen científicamente para sus trabajos, sobre todo para el diálogo con las religiones y culturas
cristianas, y reciban ayuda eficaz en su ejecución, se desea que colaboren entre sí fraternal y
generosamente en favor de las misiones todos los Institutos científicos que cultivan la misiología y otras
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